Sunday, April 17, 2011

La Estancia

A la tarde, cuando el sol se pone y todos estábamos cantando a alguna canción, sentí de repente muy triste. Sentí que, primero, este día fue unos de los mejores en mi vida. Sentí que fue una gran lástima que había que terminar. Pensé en mi vida, en lo que había hecho y lo que querría hecho. Arriba de todo, me di cuenta que este momento, tan divertido, tan representativo de lo que querría de la vida, en su esplendor, iluminó…pues. La evanescencia, la brevedad.

A veces, pretendo a ser un hombre como mi padre o de muchos de mis amigos, alguien que no piensa mucho, que prefiere a hacer, ¿sabes? Desafortunadamente, a veces pienso demasiado. Cuando era niño, era muy sensitivo, perceptivo. Débil, en algunos sentidos. Pero de esta debilidad viene una tendencia a nostalgia, a pensamiento, a un tipo de “wistfulness”. Por supuesto, por mi vida hasta ahora, siempre trato de enterrar estas tendencias: en el mundo práctica, no son útiles, y no me llevan felicidad la mayoría del tiempo. Pero escribo todo esto para que se pueda entender de qué país viene mis pensamientos. Ojalá que a través de mi castellano roto se pueda entenderlos (es bastante difícil en inglés).

De todos modos, me recordó mucho de eso pensamiento nuestro viaje a la estancia. En el nivel profundo, esto es lo que querría decir. ¿En el nivel superficie? Me gustaba mucho el clima, la casa tan occidental-chic en su apariencia. Me gustaba la gente simpática, que con paciencia nos mostraba su vida y su hogar. Me gustaba andar en los caballos (viviendo un sueño viejo de yo a ser gaucho). Más que casi cualquier otra cosa individua, me gustaba mucho el carne y la comida rica y abundante y gratis. Me gustaba charlar y tranquilarme. Y en el fin, fue bastante a hacerme sentir nostalgia. Fue, yo sé mucho por eso, un gran día.

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