Monday, June 6, 2011

¿Qué he hecho acá?

En mi última entrada, quiero escribir un poco sobre las cosas importantes, es decir, lo que he conseguido de mi viaje a Argentina y a Buenos Aires en particular.
1) La perspectiva. He escrito sobre esta pregunta en una entrada previa. Esta perspectiva me lleva más cerca a las preguntas difíciles que todos nosotros jóvenes (o por lo menos yo) tenemos. Citando la canción ‘Better Together’ por Jack Johnson: “Why are we here, what are we doing, and how come it’s so hard?

2) Confianza. Nunca he vivido en una ciudad grande, y aunque por la mayoría de este viaje he pasado mi tiempo en Palermo, siento más cómodo en lugares como la ciudad. Pienso que ahora tengo más lo que se llama “street smarts”. (Hay una diferencia entre “street smarts” y “book smarts”)

3) Experiencia con gente. Esto siempre es útil. Cuando estoy en mi hogar o en Dartmouth, siempre interactúo con la misma gente. Acá se me hizo interactuar con gente diferente, y esto me lleva experiencia y lo que llamamos “people skills”.

4) Amigos. Conocí a alguna gente con quien ahora estoy bien amigo.

5) La perspectiva. No puedo destacar demasiado la importancia de esta en este momento en mi vida.

El racismo

Es casi una paradoja escribir sobre esta pregunta, por qué mi filosofía a través de la universidad y mi vida fue ignorarlo. Pero soy la única minoridad en nuestro grupo (Annaliese es la única otra, pero al superficie no parece tan distinta como yo)…pues, se dice el mejor escrito viene de lo que se conoce. Pienso que puedo decir algunas cosas distintas, y quizás interesantes, sobre esta pregunta.

Quizás su primera pregunta sea por qué quiero ignorar este tema. Hay un acuerdo en el académico, en lo que llamamos “polite society”, en lo que Terranova llamaría “*”, que en nuestra edad iluminada debemos celebrar nuestras diferencias. ¿Por qué dije que mi tendencia es ignorarlo?

Recuerdo una instancia cuando estaba hablando con un maestro de la literatura inglés sobre literatura étnica. También, esa semana fue la tonta (digo yo, pero ya entiendes que esta entrada va a ser bastante polémica y non-pc) ‘semana de herencia asiática’ organizado por algunos estudiantes. Mi posición fue que no debemos destacar los escritores (de herencia asiática) que crecieron en los E.E.U.U. Digo, son americanos, como vos, como yo, como Ralph Waldo Emerson o Fitzgerald. Especialmente cuando los temas no son sobre cosas que tienen que ver específicamente con asiáticos. De repente, me dijo “Oh, you just don’t understand it yet. It helps you guys make progress this way.”

Querría darle un golpe a la cara. Actualmente, querría matarlo, el fraude intelectual, el racista condescendiente. Una nota acá: no me molesta mucho cuando se me llama ‘yao ming’ o ‘chino’ acá en la cancha. No me molesta mucho el racismo abierto tampoco: soy duro, puedo confrontarlo. Pero, y necesito decir que es más común en la izquierda que en la derecha-históricamente contra cosas como acción afirmativa-lo que me detesta es el racismo insidioso, condescendientemente. Este tipo de racismo es la raíce de lo que limita lo que quiero. ¿Pero qué quiero?

Lo que quiero, lo que siempre querría a través de mi vida, es la libertad. Cuando sos parte de la mayoría en un país, sea los estados unidos o Japón, sos libre. No hay estereotipos, no hay un modelo ni expectativas de otra gente sobre lo que debes ser. Sos juzgado para lo que haces. Si escribo un libro bueno, es un libro bueno. Si mal, mal. No sos automáticamente un dueño de un supermercado, ni automáticamente buenos a las deportes (si uso unos estereotipos.)

Bueno, si quieres mencionarlo, soy étnicamente chino. Sos étnicamente negro, o blanco, o cualquiera cosa. ¿Y entonces qué? Yo soy un hombre joven, un estudiante de Dartmouth. Fui un jugador bastante bien de tenis. Me gusta salir, el color naranja. Hablo tres idiomas, tengo un hermano. Estoy, pienso yo, bastante copado. Tengo un sueño a viajar por el mundo, quizás escribir, no sé ahora. Una vez, un oso me tomó de mi mano una chuleta de cerdo (es una historia grande. Voy a contarle algún día.) Todos estos, para mí, estos son tan importantes como mi raza.
Pero cuando hay este maldito paradigma, cuando siempre maldito siempre se destaca este maldito fenómeno de raza, entonces, ¿que logramos? ¿Dónde estamos? ¿Cómo progresamos, como amigos, como amantes, como cualquiera?

Soy étnicamente chino. No me malentienda, estoy bien contento con eso. Es un gran parte de lo que soy. ¿Pero qué tiene que ver esto con lo que puedo ser, lo que puedo hacer? Esta pregunta quizás parezca, intelectualmente por lo menos, tonta, hasta se mira al fenómeno tan grande de auto-segregación de las razas en tantas países. Por ejemplo, hay un libro famoso llamado “Why Are All the Black Kids Sitting Together?”

A nuestro punto centro, pues, algo que tiene más que ver con este viaje. En Argentina siento mejor que en los Estados Unidos. Aunque he visto que hay separación, podemos decir auto-segregación entre los asiáticos y la población blanca, no hay ese paradigma debajo de la superficie “pc”, un paradigma retorcido y complejo sobre la identidad racial como en los Estados Unidos. En la cancha durante los primeros días se me llama Chino, porque parezco chino. Ahora, se me llama 'boludo' más que nunca, y Ke también. Quizás sea que no hay tanta gente asiática acá, pero de todos modos siento que con la mayoría de las personas acá con esa lujosa de una pizarra en blanco. Tengo, por esto, un cierto tipo de libertad.

Y esto, realmente, es algo que me gusta más de este país.


PS: No estoy seguro que todo esto sea correcto. Vos, con más experiencia en este país, puedes decirlo con más seguridad.



quién soy?

Córdoba y Rosario

Sé que me has pedido que escriba menos sobre nuestras excursiones, pero quiero por lo menos escribir un poco sobre mis impresiones de Córdoba y Rosario.

De Córdoba recuerdo que, al contrario de lo que he esperado, no había tanta gente jóvenes (estudiantes de la universidad) que salían esa noche cuando llegamos.

Entonces, si no hubiera un partido de Heat vs. Bulls en el NBA finales, sería una noche bastante aburrida. Pero vimos eso partido, y pasamos bárbaro. No fue una experiencia tan argentina, pero bueno. También, comimos (nosotros cuatro chicos) un sándwich de lomo en el famoso 826 o 268…no recuerdo exactamente el nombre del restaurante pero la comida fue riquísima. Casi me morí de placer. Déjame explicar. Fue el tipo de cena donde no hay lo que los economistas llama “la ley de rendimientos decrecientes”. El primer mordido fue delicioso. Y el segundo, y el tercero. Pero esta consistencia de placer no llegó al costo de cuantidad de comida. Al fin de la cena, estaba muy contento. Un cena…perfecta.

En Rosario, pues, fue un sueño en todos los sentidos de la palabra. Mi primer día fue una mezcla de caminar, dormir, realmente no recuerdo mucho de ese día, sino un sentimiento vago de gozo. Nuestro segundo día fue un sueño porque esa mañana tuve la peor resaca. Alrededor de mediodía, desapareció la resaca, y el contraste entre el dolor y el sin-dolor en mi cabeza fue tan grande que todo el mundo me parecía como una cosa fantástica, con colores, con vida. Ayy. Un sentido muy bueno.

Pero recuerdo de una historia sobre un chico que vio a su amigo golpeando contra una pared con su cabeza. Cuando le preguntó por qué hacía esto, su amigo le dijo: “porque quiero el sentido de placer cuando paro.”

Por eso, nunca voy a entrar en un concurso de beber con Jack nunca más.

De todos modos, disfruté el museo, la playa, etc. No necesito regurgitar sobre estas cosas.


el monumento de las banderas

Sunday, June 5, 2011

Un choque magnífico

Gracias a la Uvita, a Mr. Dog, a los panchos, a las empanadas, a los chorris, a cualquier cosa que he consumido a través de las semanas pasadas. Alguien me preguntó hoy, “¿Estás creciendo una barba?” Sí, señor, sí. Hasta este punto, no podría crecer nada mucho en la barbilla, pero ahora hay algo. Y no es “peach fuzz”. Es la cosa actual, bastante gruesa. Justo en tiempo para el verano. Gracias, Argentina. No puedo esperar.

¿Por qué viajas?

Estaba mirando a mi “planner”/diario porque necesito ahora hace planes para regresar a mi país. Mi real país. Hace, pues, todo este viaje que no he mirado a esto. Pero vi unas notas sobre esto y eso, que para yo ahora parece bastante tonto. Había unas cosas sobre notas, sobre desaires, sobre, realmente, cosas muy tontas.

Recuerdo un sentimiento similar cuando fui a China para ensenar inglés un verano, y cuando recuerdo ciertas memorias de la niñez.

Yo pienso viajar, como envejecer, es una fuente grande de perspectiva. Quizás no sea tanto perspectiva verdadera (i.e. alejar el imagen versus cambiar el imagen), pero mi sospecha es que sí es así. Y si es así, entonces en esto está el valor verdadero de viajar, de un semestre “abroad”. Especialmente para mí, porque soy de los suburbios y entonces viví en Hanover, y nunca he vivido en una ciudad. ¿Qué quiero decir con esto?

Buenos Aires es una ciudad de 13 millones de gente. Cada una tiene sus sentimientos, sus objetivos, sus vidas mismas. No soy especial. No soy mucho. Es una ciudad y una experiencia sublima. Uso esto en la manera de que el filósofo Inglés Edmund Burke lo usó. Sublimo, en que algo es tan grande, tan magnífico, tan lleno por eso de de horror a nuestra mismas insignificancia (pero hay belleza en este horror porque también es una verdad profunda) y entonces la insignificancia también de muchas de nuestras preocupaciones.

Se dice que cuando estás muriendo, sueles pensar en algunas cosas específicas. La lista incluye familia, cumpleaños, amigos. Nunca incluye facturas, impuestos, notas, rencores.

Es cliché, sí, pero para mí parece que si se diera cuenta más temprano de lo que es importante, se podría trabajar más sobre eso. Yo no tengo esta perspectiva tan generosa todavía, pero…he mejorado la mía un poco por este viaje, creo. Si no, por lo menos he mejorado mi castellano y tengo algo más para mi resume así que puedo encontrar un trabajo y etc, etc…
Jaja.

La historia de mi viaje, contado por la comida

Mientras acercamos al fin de este semestre, di cuenta que una de las cosas más importantes (para mí, por lo menos), ha sido la comida. Si se da la información sobre que comidas que he consumido-y nada más-a una persona, esa persona podría averiguar a cierto punto mucho de no solo mi personalidad, sino la relación entre yo y esta país durante mi visita, un tipo de topografía, si quieras.

Esta entrada, como se puede ver, no es actualmente una entrada muy típica. Pero probaré esta pregunta bien interesante: ¿qué dice la comida que he experimentado sobre mi experiencia en Argentina? No tengo el tiempo para hablar en detalle lleno de todas mis experiencias con la comida, pero pienso sería valer la pena si hablo un poco de algunas experiencias y qué significan en términos de lo que podrían mostrar sobre mi viaje.

Al empieza de mi visita, traté de comer muy argentino. Nuestro primer día, comí un chorripan cerca del cementerio de Recolecta. Fue delicioso, rico, y totalmente insalubre. En Hanover y en donde vivo en Michigan, no hay acceso fácil a esta “comida de la calle”, y entonces para mí fue una experiencia nueva y totalmente deliciosa. Me siento un tipo de libertad, de poder (casi), cuando puedo pedir para algo rápida, sencilla, y indefectiblemente rica. Mi teoría es que la comida de la calle es el Id (Freud) de la comida. Es totalmente primal en su apelación (piense en sus características típicas: grasa, sal, falta de vitaminas y nutrición. En este tipo de comida también hay algo gloriosamente plebeyo.

En Bariloche, yo y Cristián buscaban para almuerzo, pero fuimos limitados por nuestra pobreza. Tristemente caminábamos, pasamos turistas y bien-vestidos locales en restaurantes elegantes que ofrecerían ensaladas y bife de chorizo. Nuestra única opción en ese momento pareciera una miga fría de un kiosco. De repente, vimos humos de una parilla en un parque. ¿Puede ser? Un hombre bajo y negro cocinaba hamburguesas y chorris debajo de una parilla mientras su mujer los vendía a una larga fila de trabajadores de construcción. Una de mis memorias favoritas de este viaje en su conjunto es sentando en ese parque con Cristián comiendo un chorri barato, grande y jugoso, mientras observando con una felicidad nacido de mala leche los perros callejeros que me miraban con envidia.



Con mi familia, la comida fue el eje de nuestras interacciones. Esto quizás parezca un poco triste (que la ubicación de casi todas nuestras interacciones más profundas estuvo en la mesa), pero necesitas recordar la importancia de la comida para mí. Mis conversaciones con mis padres acá, mientras disfrutaba de la buena concina de mi madre (hablo de milanesas, de pasta, de comida sólida y entendés lo que quiero decir con esta palabra), son unas memorias muy lindas.

A través del semestre, mis hábitos de comer solían a tener que ver con más comida, digamos (o diría la Profesora), imperialista. Hablo de McDonald’s, Subway, El Rey de Hamburguesas.

Podemos hablar de algunas preguntas interesantes que tienen que ver con este fenómeno. Primero, el fracaso de asimilación. Con mis compañeros también, el almuerzo no es algo que debe tomar horas de su tiempo. No tenía tiempo después de clase para un almuerzo largo (porque las horas de cancha libre de básquet son limitadas), y por eso necesitaba algo rápido pero abundante al mismo tiempo. Las opciones americanos, como Subway, son ideales.

Un otro pregunta que puedo mencionar es el hecho de que en estes lugares, siempre hay mucha gente. Aunque he visto muchos otros restaurantes casi vacios, nunca es el caso en Subway o McDonald’s. Este significa que son muy populares entre los argentinos también: y en esto podemos ver una ironía del viaje de americanos a un país extraño.

Aunque es nosotros que deben ser más y más asimilados, la cultura y los productos de nuestras empresas, de internacionalización e imperialismo (si quieres), lo hacen así que el mundo está asimilando a nuestros sabores. Y, jaja, ¿quién está diciendo esto? Un hijo de inmigrantes chinos a los E.E.U.U. Qué cosa.


ubicuidad