Una observación bastante obvia, pero hay Grafiti en todos los partes de este país.
Cada mañana, cuando tomo el subte a UADE, veo la grafiti en las paredes. Lo vi en algunas publicidades en los parques de Barlioche, en Mendoza, y en Corodoba también.
Julio Córtozar lo hizo romántico el grafiti. En ese cuento, fue (digo yo, para mí) ambos un representación de agridulce amor y un protesta contra opresión. Hay, por estos, una legitimidad a la grafiti. Lo elevó Córtozar al plano de ‘arte’, sea lo que sea.
Pero frecuentemente, esto no es el grafiti que veo en las paredes de la ciudad. Algunas son sobre la política pero son crudos, maleducados, sin (para mí) ninguna de la elegancia o matiz del grafiti que vimos en la peliculita de ese cuento de Córtozar. “Kircher puta”, por ejemplo.
Por la mayor parte, el grafiti que veo en esta ciudad son feos (negro, sin muchas muestras de talento artístico), crudos.
Y me hizo un poco enojado. Qué línea flaca entre arte y pelotudos tan egoisticas que creen que todo el mundo debe ver su grafiti en vez de disfrutar de un espacio limpio. Digamos, vándalos.
Pero conozco que esta línea flaca también cambia, depende en la persona.
por lo menos esto se esfuerza a ser interesante
quizás la noció de grafiti que manejás es un poco más anticuada de lo que te piden los tiempos que corren. Manejás un concepto de belleza absoluto.
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